En Las Varamillas lo maravilloso (tal y como parece anunciarnos el título jugando a verlan) aparece casi de inmediato. Jo, una niña que está de camping con su padre, su madrastra y sus dos hermanastras (¿os recuerda a alguien?) decide escaparse y adentrarse en el bosque. Está enfadada, las odia y quiere alejarse. 

A penas a unos metros, se encuentra a una pareja de gnomos gruñones subidos en una especie de póneys enanos y decide seguirlos. Una disparatada conversación nos arrastra desde esas primeras páginas en un río de emociones y risas, obligándonos a continuar, ya sea por el gusto por lo descabellado o por la identificación con esa niña en búsqueda de algo de sentido, en un mundo no siempre fácil.

Así se inicia un viaje fabuloso que conducirá a la pequeña hacia el otro lado (del túnel) donde lo extraño se mezcla con elementos fantásticos que nos recuerdan a veces al País de las Maravillas (aquí rigen algunas reglas bien estúpidas y arbitrarias) y que está trufado de referencias a cuentos populares, a clásicos infantiles (como Los tres bandidos de Ungerer) o a elementos de la cultura infantil pop de los 1980 (Mi pequeño pony o El inspector Gadget).

En ese lugar habita una insólita comunidad en la que los cíclopes conviven con zorros, murciélagos, cocodrilos, humanos con cabeza de gato, duendes, póneys de colores que hablan en verlan (las varamillas), pájaros singulares y un gato bastante déspota que secuestra varamillas (por sus bonitos colores) y a todo aquel que se oponga a sus planes. Jo se unirá a una pandilla a punto de salir al rescate de sus amigos. Y en el camino tortuoso hacia el castillo del malvado minino tendrán que cruzar lugares como la llanura del olvido, el lago de la tristeza o la casa de las brujas. Esa extravagante aventura se convertirá también en una cautivadora e intensa historia de aprendizaje

Y todo ello inmersas en un dibujo de corte ingenuo y en esas atmósferas aparentemente apacibles a las que nos tiene acostumbradas Camille Jourdy, construidas por los tonos suaves de sus acuarelas. Unos tonos que en su delicadeza esconden emociones, intrigas y giros retorcidos que poco tienen de tranquilos. Un cómic a veces inquietante, en el que el humor y el absurdo tienen un lugar privilegiado y en el que la acción descabellada deja paso a grandes diálogos, que conforman personajes densos y muy sugerentes


Un viaje que, como los grandes viajes de infancia, terminará con la vuelta a casa habiendo crecido un poco y habiendo aplacado un poco esa ira que a veces nos incita a vivir por el lado salvaje de la vida:

Es la historia de una niña y de su calmada ira…

El azul de la noche invade el bosque…

Es la hora de los bobos y los gnomos…

La hora de volver a casa y dejarse abrazar…

y mañana volver a jugar…

Un cómic varamilloso que tiene en su merecido haber los dos grandes premios de cómic infantil de Francia: La Pépite de cómic del Salón de Montreuil y la Fauve al mejor cómic infantil del festival de Angoulême.

Anna Juan Cantavella